sábado, 17 de diciembre de 2016

Flamenco: tradición e innovación


Flamenco: tradición e innovación 

Flamenco: tradición e innovación 
Norberto Torres Cortés 
Al igual que el tango, el flamenco es a la vez un género histórico y un universo estilístico que sobrepasa ampliamente sus fronteras originarias. Con motivo del ciclo de flamenco oraganizado por la Cité de la Musique de Paris en marzo de 2002, con las actuaciones de Manolo Sanlúcar, Isidro Sanlúcar, Carmen Linares y Tino di Gerardo en 'Locura de Brisa y Trino', Esperanza Fernández y Miguel Angel Cortés, Gerardo Nuñez y Carmen Cortés, Marina Heredia y grupo, Montse Cortés y el Viejín, Chano Lobato y Antonio Soto, y Carmen Ledesma, elaboramos el presente dossier sobre tradición e innovación en el flamenco, publicado en francés en el número treinta y siete de la la revista del mencionado organismo. 
La multiplicidad de las corrientes que conoce hoy el flamenco nos obliga a reconsiderar su propia definición, así como a tener en cuenta la parte de nostalgia que encarnan algunos de sus representantes, mientras otros le atribuyen al contrario realidades musicales cada vez más variadas. 
Hace apenas algunos años un solo modelo prevalecía, forjado en un mismo ímpetu de recuperación, mantenimiento, divulgación y dignidad de formas y expresiones artísticas que fueron consideradas como "auténticas" o cercanas a un pasado más bien idealizado. El flamenco se resumía entonces a lo que la mayoría de los aficionados, artistas, críticos e investigadores entendían entonces por flamenco. Algunos debates tenían lugar, pero no iban más allá de peleas locales entre especialistas... En este contexto, el artista tenía un sino predestinado: debía haber nacido en Andalucía (o en el seno de una familia perteneciente a la tradición flamenca), perpetuar esta tradición para ser luego profesional, después de haber conseguido el reconocimiento oficial en concursos de prestigio. Después de pasar por estas etapas, el artista debía engrosar la lista de Pulpón, empresario sevillano imprescindible para ser programado en verano en los festivales, en invierno en las peñas, o durante el resto del año en los tablaos. Pocos artistas escaparon a este sino. Incluso Camarón de la Isla, considerado hoy como paradigma de artista flamenco "rebelde" y "revolucionario" no salió de las normas y fue la estrella de los festivales, ídolo de esta forma andaluza de cultura de masa. 
Otro valor prevalecía cuando se hablaba de flamenco: la experiencia. Cuantos más años tenía un artista y experiencia acumulada, más se entendía su interpretación como "tesoro a conservar". Las cosas cambian hoy con el arrollador hambre consumista de la sociedad española. El valor de la conservación -hoy entendido como repetición negativa y aburrida de las mismas formas- ha dejado sitio a una fuerte corriente de creación. También la atracción por lo antiguo -fuente de riqueza y de sabiduría- está menos de moda que la exaltación de la juventud, capaz de innovar.
¿Cómo definir hoy a un artista flamenco? ¿Por las referencias clásicas, la sed de innovación, la madurez de la experiencia o el riesgo creador de la juventud? 
Porque ésta es otra. La confusión actual de los mensajes emitidos por los que ayudan a uno a forjarse un juicio crítico, inteligente, la llamada crítica flamenca. Y aquí sí que podemos notar la irrupción de una generación de periodistas formados en otras claves culturales, que tratan ahora el flamenco en claves de cultura musical de masa, como el rock, el pop o la música ligera. A lo que hay que añadir la influencia determinante que desempeña la comunicación vía Internet, es decir, la que se establece entre aficionados de todos los horizontes en foros y "chats" para debatir sobre flamenco y hacer evolucionar el significado que se atribuye a esta música. Paralelamente, observamos que los públicos tienden a fragmentarse y a "des-asociar" el flamenco con las mismas músicas. Algunos podrían llevarse las manos a la cabeza con este nuevo fenómeno; pero creo que esta incógnita resulta fascinante: ¿Cómo respirarán mañana los miles de aficionados apasionados, disgregados por el planeta y cuyo perfil cambia sin parar? ¿Influirán sus gustos y demandas en el género? 
¿Clásico o contemporáneo? 
Ante la dificultad de lectura del presente, intentemos primero establecer categorías, polos que nos permitirán situar a cada artista. Si uno está atento a lo que se escribe, lo que se comenta sobre el flamenco hoy, podrá percibir que dos términos parecen gozar del consenso colectivo: flamenco clásico y flamenco contemporáneo. 
Para pasar rápido sobre algo más que repetido, diremos que el flamenco "clásico" corresponde a formas nacidas con la aparición del género en Andalucía en el siglo XIX, esencialmente en la parte occidental de esta región de España. Música modal y tonal situada entre Oriente y Occidente, entre las músicas gitanas y las tradiciones andaluzas, música dotada de una expresión a la vez dolorosa y festiva ligada a los sentimientos contradictorios de las clases populares y marginales andaluzas, el flamenco clásico atraviesa su edad de oro en la segunda mitad del XIX. Esta tradición se continúa interpretando hoy con mucho respeto y con la voluntad de conservar esta herencia de los "maestros del pasado". Aunque parte de los aficionados -sobre todo los agrupados en torno al cantaor sevillano Antonio Mairena- haya proclamado que su evolución se había acabado, el flamenco clásico sigue transformándose, siguiendo una lenta adaptación solicitada por su público. Es en el dominio de la renovación de las coplas, es decir en el contenido poético del cante, que los artistas del flamenco clásico llevan lo esencial de su esfuerzo.
Motivados por dar al flamenco mayor dignidad y reconocimiento -como lo hicieron antes Falla y Lorca- reemplazan hoy las coplas tradicionales y anónimas por fragmentos de poemas eruditos (Lorca, Gerardo Diego, Antonio y Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Fernando Villalón, Rafael Alberti, Bécquer...). Vicente Soto Sordera, uno de los miembros de una de las familias gitanas más importantes de Jerez, interpreta incluso a Pessoa sobre las formas flamencas tradicionales, mientras el joven cantaor del Levante español Curro Piñana, lo hará con Ibn Al-Arabí, poeta místico arabo-murciano del siglo XII. Es esta misma atracción por la cultura clásica que manifiesta el guitarrista Manolo Sanlúcar (compositor de varios conciertos para guitarra flamenca y orquesta) o las producciones del Ballet Nacional de España o de la Compañía Andaluza de Danza, con coreografías flamencas adaptadas para la danza clásica. 
Las figuras de la renovación 

Frente a este flamenco que cultiva las referencias antiguas, haciendo prueba de conservación, de transmisión y de dignidad, otra sensibilidad ha tomado carta de naturaleza, considerando que su razón de ser dependía del grado de re-creación o creación, de evolución y personalización. Dos personajes encarnan este terreno de la renovación en los treinta últimos años: Camarón de la Isla y Paco de Lucía. Los dos han sido sacralizados por sus admiradores y se han convertido en verdaderos ídolos del flamenco contemporáneo. Conviene también citar a Enrique Morente, Manolo Sanlúcar, Antonio Gades o Mario Maya como pertenecientes a una misma generación que renueva la tradición adaptando su arte a las corrientes artísticas contemporáneas. Su obra nutre, que duda cabe, a la generación actual de músicos y coreógrafos que definimos como "flamenco contemporáneo". Este gran cambio se vislumbra a partir de mediados de los años setenta, coincidiendo con el final de la dictadura fascista de Franco y la llegada de la democracia a España. Todo ocurre como si al deseo de libertad política se hubiera añadido el de libertad artística... 
Entre las aportaciones más significativas de esta joven generación, la más importante parece ser el paso del dúo cantaor-tocaor al "grupo flamenco". Esta nueva configuración favorece el contacto con otras culturas musicales y engendra una verdadera eclosión de corrientes transversales que combinan -o fusionan, según el término de moda- el flamenco con otros estilos: flamenco-blues, flamenco-pop, flamenco-rock, flamenco-jazz, flamenco-salsa, flamenco-rap, flamenco-son, flamenco-bossa, cantautores flamencos... En este hormigueo de encuentros, mezclas, influencias e intentos, Claude Worms establece una primera división entre grupos con dominante vocal y grupos con dominante instrumental (con la guitarra como instrumento de referencia). Un sello discográfico y un fenómeno sociológico acompañaron la eclosión de esta vasta corriente musical que ha trastornado la evolución apacible del flamenco clásico, los dos situados en Madrid: Nuevos Medios y la "movida". Pata Negra, Ketama, La Barbería del Sur, Niña Pastori, José Mercé, Vicente Amigo, Gerardo Nuñez, Tomatito, Chano Domínguez, Carles Benavent, Jorge Pardo, Diego Carrasco, Tomasito, Joaquín Cortés, Antonio Canales, Sara Baras... La lista sería interminable y muy variada. 
La evolución del flamenco ha conocido pues diferentes fases: una edad de oro en la segunda mitad del XIX, cierta "decadencia" (conocida como Ópera flamenca) entre los años 20 a 50 del siglo XX, un nuevo periodo de interés por las formas tradicionales (cercano esta vez a la mentalidad neoclásica) y ahora un auge de la creatividad innovadora y vanguardista (acentuado por el contacto con otras culturas). 
Estas etapas desembocan hoy en una dicotomía muy clara entre tradición e innovación (sin que sepamos por otra parte si esta última beneficiará o no al flamenco). Tradición versus innovación podríamos decir para concluir, ya que esta dicotomía, -es decir, la clásica disputa entre antiguos y modernos- siempre ha existido y parece formar parte de la propia identidad del flamenco. Los artistas y los aficionados han tomado siempre posición para privilegiar el "flamenco puro" o el "flamenco artístico". El Planeta y El Fillo, Antonio Chacón y Manuel Torre, Tomás Pavón y Pepe Marchena, La Niña de los Peines y Tía Anica la Periñaca, Antonio Mairena y Manolo Caracol, Javier Molina y Ramón Montoya, Antonio y Farruco, Canales y El Pipa, Matilde Coral y Sara Baras... La historia del flamenco está puntuada por estas figuras que, aunque parecen oponerse, en realidad se articulan entre ellas. Observamos incluso una verdadera dialéctica entre las dos tendencias, sin duda una de las pruebas evidentes de la dimensión artística del flamenco, un arte que a modo de río no para de renovarse y adaptarse a las diferentes épocas que atraviesa, confirmándose así como una de las ventanas abiertas del arte andaluz y español. 

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