lunes, 19 de diciembre de 2016

Especial: El mantón de Manila


Biografía:

Alas para el baile de mujer 
Silvia Calado Olivo 
Cuando una bailaora quiere levantar el vuelo, una delicada pieza de seda cuajada de bordados florales hace las veces de alas. Igual que la mujer sevillana hizo suyo el mantón de Manila desde que este complemento chino comenzara a importarse en el siglo XVI a través de Filipinas, entonces colonia española, fue adoptado por la cantaora como parte de su vestuario de escena y por la bailaora como pieza clave de su baile, especialmente, en la escuela sevillana. Seguidora de Pastora Imperio, Matilde Coral se ha erigido en principal defensora de este elemento cuyo movimiento, aunque admite creación, precisa de una técnica propia. El baile con mantón encuentra continuidad tanto en veteranas del renombre de Blanca del Rey o Milagros Menjíbar, como en jóvenes valores de la talla de María Pagés o Belén Maya. 
María Pagés Manila, la capital de Filipinas, bautizó uno de los complementos con el que la mujer sevillana y, por ende, su escuela de baile flamenco, se siente más identificada. El puerto de la isla, colonizada por España en el siglo XVI, era escala obligada para los galeones cargados con preciados productos orientales que llegaban hasta el puerto de Sevilla, pasando primero por México. La delicadeza y el colorido de los bordados de los mantones elaborados en China cautivó a las sevillanas de toda condición, hasta el punto de convertirse el mantón de Manila en prenda de abrigo tanto de señoras de alta alcurnia, como de las trabajadoras de la fábrica de tabacos donde estaba empleada la mítica Carmen. 
El originario mantón chino cambió pagodas y dragones por flores y pájaros, adaptándose al gusto andaluz y, al tiempo, creando diferentes estilos: tradicional, isabelino, de cigarreras, de pájaros, de rosas... Incluso un punto de la provincia sevillana, la localidad de Villamanrique de la Condesa, se especializó en la confección de estos mantones artesanales, actividad que junto a la guarnicionería da carácter a la villa enclavada en el Parque Nacional de Doñana. Aunque la tradición continúa en la zona, algunas de las firmas sevillanas especializadas en mantones de mayor renombre cuentan con antiguas colecciones de diseños propios que siguen plasmando en mantones que encargan a talleres chinos... aunque ya no llegan a Sevilla por vía marítima, ni haciendo escala en Manila y Acapulco. 
Basta con echar un vistazo a cualquier fotografía o grabado de la época para apreciar que el mantón de Manila está desde los orígenes documentados, íntimamente asociado al flamenco. Bailaoras y cantaoras como La Macarrona, La Malena, La Argentina, Pastora Imperio, La Niña de los Peines... aparecen retratadas envueltas en mantones de profuso bordado. La importancia de esta prenda se enfatiza en el baile, especialmente, en la escuela sevillana, como explica Matilde Coral, quien considera el mantón "uno de los componentes más bonitos del baile, un anexo que usaban los mayores, como Pastora". La bailaora, maestra y coreógrafa subraya que "aderezar ese baile con un mantón merece la pena, es muy hermoso, si bien también requiere su estudio y técnica", aunque deja hueco a la creación de movimientos propios: "Yo tengo uno muy sencillo, muy simple, pero el mantón baila a compás. Ni lo tiro fuera de compás, ni lo muevo fuera de compás. Va bailando contigo. No me gusta tirarlo, pues me está dando mucho prestigio en ese momento y tirarlo lo veo como una afrenta. Lo pongo muy dulce en una silla siempre". Dando continuidad a esta escuela, actualmente se han hecho populares por su dominio de esta prenda bailaoras como Milagros Menjíbar o Blanca del Rey, que ha hecho de la soleá del mantón su huella dactilar... y no es raro verlo en montajes de la Compañía Andaluza de Danza, Belén Maya o María Pagés.

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