jueves, 26 de mayo de 2016

Entrevista a Javier Puga


Entrevista a Javier Puga :

Javier Puga es un granadino que vive en Sevilla desde los 17 años, cuando tuvo que trasladarse a esta ciudad para cursar estudios universitarios. En la capital hispalense tuvo oportunidad de conocer a otros jóvenes que como él sentían una especial atracción por el flamenco. Su afición por la guitarra lo hizo entrar poco a poco en la Sevilla flamenca suburbana de los años 60'. De esta manera fue conociendo a muchas de las figuras de la época al frecuentar los lugares en los que éstos se daban cita. Fruto de la experiencia acumulada a lo largo de los años ha sabido imprimir su personal manera de entender el flamenco al Festival de Arte Flamenco de Mont-de-Marsan, para que hoy tenga el reconocimiento y prestigio internacional que tiene. 
¿Cómo vive el flamenco? 
En realidad me siento un hombre del flamenco porque lo vivo desde dentro. Probablemente, el hecho de que mi vida me condujese por distintos derroteros hizo que comprendiese mucho mejor el ambiente flamenco sevillano de los años 60'. No entiendo otra manera de aproximarse al flamenco que la de meterse hasta el fondo en su mundo y vivir las propias experiencias. 
¿De qué modo comienza su relación con el Festival Flamenco en Mont-de-Marsan? 
Cuando conocí a los miembros de la organización ya se había celebrado la primera edición, así que mi relación con el festival comienza en otoño de 1989. Por aquellas fechas aparece en Sevilla una señora llamada Antonia Emmannuelli -gran aficionada al flamenco- con la intención de encontrar a una persona con un perfil determinado, para que hiciese de conexión entre su equipo en Francia y el mundo del flamenco propiamente dicho. Por aquella época, yo tenía muy buena relación con la directora del Instituto Francés en Sevilla, Dña. Elisabeth Burgos, así que me pone en contacto con Antonia Emmannuelli para que cambiemos algunas impresiones. De este modo, tras varias conversaciones nos damos cuenta de que nuestras ideas conectan a la perfección y comenzamos una estrecha relación de colaboración que aún hoy perdura. 
¿Cuál fue su papel en aquellas primeras ediciones? 
Bueno, tras aquel contacto, me ofrezco a colaborar en la medida de mis posibilidades. De este modo, se me encargó una conferencia para la edición que se encontraban preparando. Recuerdo que en aquella ocasión, además de dar mi conferencia, actué como traductor del famosísimo crítico Manuel Martín Martín en la conferencia que también este dio. Desde aquel momento me sentí tremendamente seducido por las posibilidades del festival y me ofrecí a colaborar. Aquello me hizo vincularme al festival y al equipo de organización como ayudante técnico de producción. Durante varios años estuve ejerciendo esa misión, hasta que con el paso de los años la responsabilidad fue creciendo hasta el punto de que el 100% de la programación era labor mía. 
¿Cuando lo nombran Director Artístico del Festival? 
En 1996. Dada la cantidad de misiones que un año tras otro había ido acumulando, sugerí a las autoridades del Conseil General des Landes que podría hacerme cargo de la dirección artística. De hecho me estaba encargando de realizarlas sin estar ocupando ese cargo, por lo que aceptaron mi propuesta. 
¿Cuál es exactamente la misión del Director Artístico? 
En realidad no difiere mucho de lo que venía haciendo hasta que me nombraron para el cargo. Es una misión que llevo con mucho orgullo, que es muy dura pues requiere un esfuerzo y una dedicación permanente. No sólo se trata de saber que se debe programar en cada momento, sino por qué. Siendo sincero he de decir que el criterio de selección que sigo no es otro que el que me señala mi propio gusto. Así es como he desarrollado mi misión hasta hoy, desde Sevilla, aunque siempre manteniendo un contacto permanente con el equipo de organización extraordinario -formado por los funcionarios de la dirección cultural del Conseil General des Landes-. Sé que tengo una responsabilidad enorme, pero no me pesa porque también sé que tengo un respaldo enorme desde el punto de vista humano y de la infraestructura material que la ciudad y el departamento aportan al festival cada año. 
¿Qué lugar cree que ocupa el Festival de Mont-de-Marsan dentro del mundo del flamenco? 
Cada año, la primera semana de julio, el Festival de Arte Flamenco de Mont-de-Marsan se ha convertido en la cita obligada de todos los aficionados de Europa -incluidos los de España, que cada año vienen en mayor número-. Creo que hemos conseguido, poco a poco, un prestigio y una proyección basada en el trato exquisito y meticuloso de todos y cada uno de los detalles que conlleva la organización de un festival de esta dimensión. 
¿Qué criterios de valoración sigue a la hora de montar, cada año, la programación del festival?
 Antes de nada he de reconocer que con el transcurso de los años me he ganado la confianza de la organización y el estamento político hasta el punto de poder programar, sin ningún miedo, lo que mis sentimientos y mi afición me indican en cada momento. Nunca olvido la tradición, nunca olvido Lebrija, Utrera, Jerez, Morón, Triana, lo auténtico, lo antiguo. Pero tampoco soy una persona cerrada, por eso quiero que todas las tendencias -por moderna que esta pudiera ser- estén presentes en el festival. De hecho, creo que eso es lo que nos ha dado el marchamo que tenemos actualmente. 
¿Dónde está, según Javier Puga, el secreto de Mont-de-Marsan? 
Yo creo que el secreto está en el trato personalizado que reciben todos y cada uno de los artistas, periodistas y técnicos que se desplazan cada año hasta nuestro festival. Piensa que desde que se habla con ellos, hasta que los subes al escenario y los devuelves a su casa, el seguimiento y el trato que reciben es totalmente individualizado cariñosa y afectivamente. Unas veces por mi y otras por el equipo que me asiste. De ahí que haya tantos ratos de convivencia, en comidas, cenas, tertulias, fiestas espontáneas, que es lo que yo he buscado utópicamente durante todos estos años. Eso es lo que yo consideraba que debía ser un festival y creo que por primera vez este año he conseguido hacerlo realidad, sin ningún tipo de fisura. 
¿Qué momentos fuera del escenario recuerda con especial cariño? 
La verdad es que han sido muchos. Te podría decir sin miedo a equivocarme que, las mejores fiestas flamencas que he vivido en mi vida han ocurrido en Mont-de-Marsan. Por ponerte un ejemplo, la cena de este año con La Paquera, La Macanita, El Güito, Chicharito, Angelita Gómez, María del Mar Moreno, Pepa de Benito. Mira que fue cortita, no llegaría a los 45 minutos. Sin embargo, ¿quién es capaz de reunir a un grupo de artistas como ese en un escenario? Es imposible, por eso la fiesta tiene la magia que tiene. Pero volviendo al tema central de la pregunta, recuerdo un año en el que Bernarda de Utrera se pasó toda la noche cantando a saco, o el año en que Rafael de Utrera terminó llorando abrazado a Antonio Moya después de pasarse la noche entera cantando. 
¿Cómo valoraría, ahora que todo ha pasado, la XIII edición del festival? 
En realidad llevo varios años diciendo, esta ha sido la mejor edición. El problema no es ese, el problema llega cuando te planteas. ¿Qué hago ahora, para mejorar esta edición? Llevo 4 o 5 años diciendo lo mismo, así que he llegado al extremo de tener que dejar de decirlo porque parece que nos estemos mirando al ombligo y no quiero dar esa impresión. Sencillamente queremos hacer buen flamenco y no me cabe la menor duda de que podemos sentirnos satisfechos.
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