martes, 22 de marzo de 2016

La Negación del Estigma, Tomatito sexteto


La Negación del Estigma, Tomatito sexteto:

Guitarra: José Fernández Torres, Tomatito. 
Cante: Antonio Carmona, El Ingueta. 
Guitarra y mandola: Juan José Suárez, El Paquete. 
Violín: Bernardo Parrilla. Contrabajo: Javier Colina. 
Percusión: Israel Suárez, El Piraña. 
Baile y percusión: Joselito Fernández. Teatro Lope de Vega. 
Sevilla, 28 de mayo de 2001. 21.00 horas. 
La oscuridad del proscenio se rompe. La figura de José Fernández Torres corta el aire espeso de prematura noche estival, guitarra en ristre. Sin mediar más que un denso silencio, Tomate acuna, delicado, el instrumento. La madera trae el eco blanco y recio de la cantera de Macael... Eco de taranta para dar las buenas noches a una Sevilla que viene a compartir un sueño hecho son. 
El lamento se hace trino por alegrías. Tomate, patriarca, marca un rasgueo seco para llamar al compás. Un palmeo tímido responde obediente, susurrante, sobre el que se acomodan falsetas, sobre el que saltan movimientos de masticable frescura. Se intuyen variaciones sobre aquel Ardila de Guitarra Gitana, giros ojalá improvisados. A golpe de libertad y virtuosismo, empieza a cuestionar el estigma. Ese que insiste en arredrar a Tomate de la posición de solista y, por supuesta incapacidad, limitarlo al atrás. El teatro habla. Y Tomate sonríe con una recién aparecida lunazul de luz a su espalda. 
Siguiendo la base de los doce tiempos, juguetea por bulerías. Palmas y cajón se crecen. Se escapa algún corte jazzero. Hace hueco a los silencios previo frenazo seco, previo corte brusco, previo golpe de efecto. La barrera entre el patio de butacas y la tabla se inmaterializa. Y Tomate lo sabe... por eso regala golosinas. El público las paladea y, desbordado de sabor, estalla. 
La agitación festera prosigue por tangos. Violín y contrabajo triplican la cuerda. Tomate se echa atrás, en un alarde de humildad y versatilidad, para dar sitio al cante verde pero jondito de El Ingueta. Sobre fondo de sangre, por Las Grecas, queda dibujada el perfil de María la portuguesa, cuya belleza exalta el intrépido arco de Bernardo Parrilla. Alta densidad musical y sensitiva en unos escarpados lances de violín que merecen oles, pues más flamenco no se puede sonar. 
Una voz quiebra lo denso del aire. Riqueni grita desde lo oscuro: "¡Tomate, te quiero!". Y el que pasea por los castaños, responde con un ejercicio de sobriedad e interiorización hecho minera. Para, acto seguido, emerger por bulerías. Un autopopurrí, sólo arropado por palmas, que ronea en el Dulce Manantial, pasa por Mundi, picotea en aquel cruce oceánico que fue Spain... hasta desatar una marejada de encontradas sensaciones. 
La desembocadura viene a situarse allá por tierras porteñas. Trenzado de cuerdas atado con percusión, para recrear el tango argentino de Luis Salinas antes registrado con Michel Camilo. Vía libre a la personalidad en una delicatessen destinada al fino paladar. Sin pisotones. Y si galácticos son los raspados de Colina, competentes en flamenquería son los picados de Parrilla. Derroche de tensión contenida y desparramada de contrabajo a violín, de violín a guitarra. Parrilla se desorbita. "¡Eres un monstruo, eres especial!". 
Relajo por soleares. Tomate fija el compás para lucimiento de Colina, que gesta abismos sobre su agigantado instrumento. Rasga, acaricia, desmaya butacas. Se incorpora Parrilla y, sigiloso, un compás suavito como para no molestar. Alante el cante finojondo. Alante el baile de Joselito Fernández, tan suyo, tan base, tan de silencio. Y Tomate, de fondo. 
El toque de queda llega tan modesto, tan inasible, que el teatro cimbrea sus doradas chorreras. La Vacilona lo amansa... sin el tumbao sonero de Michel Camilo, sin George Benson, pero con Tomatito Sexteto, que hace una versión acuática, más rítmica, más chulesca. Del tembleque al silencio. Del diálogo, los monólogos (turno de Piraña) y la complicidad. Vale jugar. Pero el respetable estima que aún el coito sería interruptus... segundo bis por bulerías añejas a cuyo compás todos contribuyen aureolados en rojo. Gracietas por pataítas de uno y de otro. Tomate sonríe... vuelta de paseo. 
Candela Olivo

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