jueves, 10 de marzo de 2016

Morente - Lorca : Una Entente Granadina


Sobre las relaciones del cantaor con el poeta de Fuentevaqueros Juan Vergillos:

1. Morente y la poesía. 
2. Lorca y el flamenco. 
3. Antecedentes de Lorca (1998) : Enrique Morente en la Casa Museo Federico García Lorca de Fuentevaqueros (1990). 
4. Omega (1996) : la visión de Morente de Poeta en Nueva York. 
5. Antecedentes de Enrique Morente en la Casa Museo Federico García Lorca de Fuentevaqueros
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1. Morente y la poesía. 
Con Homenaje flamenco a Miguel Hernández (1971) Enrique Morente inauguró una tendencia, de la que es sin duda el más destacado representante, consistente en adaptar textos de la llamada poesía culta a los ritmos y estilos del flamenco. Una tendencia frecuente en aquel momento en el ámbito de la canción popular (Paco Ibáñez, Serrat), pero que en el caso del flamenco resultaba casi inédita (hubo algunas experiencias previas pero apenas merecen ser consideradas) y, desde luego, bastante arriesgada. Tan arriesgada que, a pesar de los valores intrínsecos y de su carácter pionero, no podemos contar los tres poemas de Miguel Hernández musicados por Morente (Sentado sobre los muertos, El niño yuntero, Nanas de la cebolla, a ritmo de romance, malagueña y nana, respectivamente) entre lo mejor de la producción del cantaor granadino. 
Los resultados fueron más satisfactorios seis años más tarde, en Despegando. El disco incluye fragmentos de la Elegía a Ramón Sijé del propio Hernández, en forma de canción atarantada que se encuentra, con Recuerdo infantil de Antonio Machado por bulerías entre lo mejor del disco. Atrás quedan dos versiones de Andaluces de Jaén, también de Hernández, incluidas en discos piratas o colectivos, y otras adaptaciones, alguna lorquiana que consideraremos más abajo. 
El año 1983 y el disco Cruz y luna marcan otro hito en esta carrera de adaptaciones poéticas al flamenco puesto que da paso, no sólo al siglo de oro (tres textos de San Juan de la Cruz), también a la Edad Media de Al Andalus (Al Mutamid), otro siglo de oro de la lírica peninsular, en ambos casos con excelentes resultados. 
Dejando para más adelante el análisis del primer disco lorquiano Enrique Morente en la Casa Museo Federico García Lorca de Fuentevaqueros (1990), corresponde ahora hablar de la Misa flamenca (1991), otro de los grandes discos morentianos en que al margen de los textos de la liturgia latina de la misa, se atreve con Juan del Encina, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Lope de Vega, que entremezcla con Pedro Garfias y textos tradicionales del flamenco, renovando una fórmula, la de la misa flamenca, que parecía agotada desde los años sesenta. 
A estos nombres de grandes líricos hispanos sumará en los años siguientes ( con Negra si tu supieras de 1992 y Alegro-soleá y fantasía del cante jondo en 1995) los de Alberti, Bergamín, Nicolás Guillén o Luis García Montero. 
2. Lorca y el flamenco. 
La atracción del flamenco por los textos de Lorca, que data de los años 30 o 40 del siglo pasado (así La Niña de los Peines por bamberas ; tal vez el primer poeta culto musicado en el flamenco, si exceptuamos a Manuel Machado por sus especiales condiciones en este sentido) es una consecuencia directa del interés demostrado por el poeta granadino hacia las formas poéticas populares, de lo cual dio fe en buena parte de sus libros, pero ante todo en el Romancero gitano (1928), un intento de estilizar hacia lo culto un género popular, como en su tiempo hiciera Lope de Vega o el propio Góngora, poeta culterano por excelencia del barroco español. Así vemos cómo muchos de los romances lorquianos están inspirados en temas porpulares, que tienen en ocasiones formas romanceadas tradicionales (por ejemplo el de Thamar y Amnón). Y es también consecuencia de la atención que Lorca dispensó al propio arte flamenco, plasmado en estudios y conferencias y en su Poema del cante jondo (1931). Esta relación ha sido suficientemente estudiada (por Félix Grande, Mercedes García Plata, etc.) en sus aspectos técnicos y sociológicos. Aquí nos limitamos a dar testimonio de este proceso de aflamencamiento de los poemas lorquianos, que, según podemos suponer contó con algunos pioneros entre los intérpretes granadinos (así lo atestiguan los ejemplos de Pepe y Curro Albaicín), pero cuyas manifestaciones más populares fueron las de Camarón. En La leyenda del tiempo (1979) este intérprete adapta hasta cuatro textos del poeta, tendencia que continúa en Calle Real (1981, un tema, el Romance de la luna) y en Soy gitano (1989, tres temas), alcanzando algunos de ellos notable repercusión. 
Junto a Camarón los años ochenta y noventa nos ofrecen otras adaptaciones lorquianas muy populares como las de Manzanita (Romance sonámbulo), Lole y Manuel (El balcón), Pata Negra (Baladilla de los tres ríos, Bodas de sangre), Diego Carrasco (Canción del mariquita), La Barbería (El poeta llega a La Habana), Esperanza Fernández o Remedios Amaya. Mención aparte merece el último disco hasta la fecha de Manolo Sanlúcar Locura de brisa y trino que adapta textos procedentes de algunos libros menos populares que los citados como los Sonetos del amor oscuro. 
Como consecuencia de esta atención excepcional que el mundo flamenco ha mostrado hacia la obra lorquiana, basada en evidentes afinidades temáticas y hasta métricas, se ha llegado a cierto nivel de saturación, de manera que algunos textos han sufrido hasta dos y tres versiones diferentes, pues a las flamencas hemos de sumar otras procedentes del mundo de la canción popular (Amancio Prada, Carlos Cano) o ligera (Ana Belén), aprovechando muchas de ellas la resonancia de los actos oficiales llevados a cabo con motivo del centenario del nacimiento del poeta en 1998. 
3. Antecedentes de Lorca (1998) : Enrique Morente en la Casa Museo Federico García Lorca de Fuentevaqueros (1990). 
La publicación en 1990 de un disco producido por la Diputación Provincial de Granada, de circulación restringida, titulado Enrique Morente en la Casa Museo Federico García Lorca de Fuentevaqueros, marca el inicio discográfico de la relación que ha motivado este trabajo. Sin embargo hemos de decir que este disco no es otra consecuencia más de la tendencia de los años ochenta y noventa de cantar a Lorca que afectó a muchos de los cantaores flamencos del periodo, como hemos visto. Por contra, el interés de Morente por la lírica culta es muy anterior, y, de hecho pronto, a principios de los años setenta, desembocó en la relación Morente-Lorca. En Granada, en Andalucía, la de Lorca es una presencia constante (en la escuela, en casa, en la calle, se lee o se representa al poeta : una identificación que apenas tiene parangón en el mundo occidental contemporáneo -a no ser el Whitman de Hojas de hierba en EEUU, en la segunda mitad del siglo XIX-) y es de suponer que, a pesar de la censura franquista, Morente conoce la obra lorquiana desde muy joven. De 1972 data El lenguaje de las flores, una canción por tangos hecha con fragmentos del drama Doña Rosita la soltera, que abre el disco citado y que Enrique Morente utilizó durante años para iniciar sus recitales. 
Así buena parte del material incluido en el disco procede de trabajos anteriores ; las Canciones de la romería de Yerma, es un trabajo para la escena, en concreto para el Centro Andaluz de Teatro, que Morente hace a ritmo de tangos, fandangos, bamberas y bulerías. 
Trabajar un material durante años es un recurso habitual de los grandes creadores y de hecho este disco incluye, como hemos dicho, temas muy antiguos, contrastados en el escenario y pulidos por la experiencia y el tiempo. Morente utiliza ideas musicales anticipadas en discos previos, o que volverá a utilizar más tarde : el estribillo de La esposa triste (de las Canciones de la romería) procede de una canción de Despegando, y otros dos temas del Poema de la saeta serán más tarde utilizados en la Misa flamenca y en Omega. Por otra parte el Poema del tiempo del drama Así que pasen cinco años (que había sido adaptado con mucho éxito por Camarón por bamberas) será incluido con títulos diferentes en otros dos discos a lo largo de la década de los noventa : en uno acompañando a La Barbería y en Lorca (1998) del propio Morente. 
El disco se cierra con el Poema del joven también procedente de Así que pasen cinco años, canción a ritmo de bolero emparentada con el Poema del tiempo, y que finaliza con una superposición de voces del propio cantaor en que se puede escuchar una emocionada versión del fandango de Frasquito Yerbabuena. 
4. Omega (1996) : la visión de Morente de Poeta en Nueva York. 
Mientras que Enrique Morente en la Casa Museo Federico García Lorca de  Fuentevaqueros se iba convirtiendo en una grabación mítica, por inencontrable, Morente publica en 1996 Omega, disco temático sobre uno de los libros más importantes de la literatura española del pasado siglo : Poeta en Nueva York. Para su particular visión de esta obra Morente se sirve de elementos tan atípicos en el mundo del flamenco como una banda de hard rock o las canciones del cantautor norteamericano Leonard Cohen, al margen de contar con la colaboración de algunos de los músicos flamencos más innovadores del momento como Vicente Amigo, Cañizares, Tomatito o Isidro Muñoz. 
El uso de las canciones de Cohen está plenamente justificado porque el libro lorquiano es la fuente de inspiración directa o indirecta de Take this waltz, First we take Manhattan, Priest y Hallelujah nº2, que marcan una visión de la gran urbe norteamericana apuntada en Lorca : el poeta-músico Cohen aporta su visión musical sobre el poemario lorquiano, de que se sirve el músico Morente para su propia visión del libro. Más justificada si cabe está la presencia de la banda de rock puesto que Morente utiliza la fría contundencia de los instrumentos eléctricos para subrayar el maquinismo deshumanizado de la sociedad norteamericana denunciado por Lorca en 1929. 
Para redondear el conjunto de influencias que se acumulan en Omega, más o menos peregrinas pero siempre justificadas, nunca extravagantes, por más que así se lo pareciera a algunos, Morente utiliza otro recurso técnico propio de la música pop del periodo, el sampler, para incorporar en el tema que abre el disco las voces de Chacón, La Niña de los Peines, Vallejo, Caracol, etc.. 
Omega contiene algunos de los clásicos morentianos, como Manhattan, brillante y sentimental, en que el cantaor cede parte del protagonismo a la incipiente voz de su hija Estrella, o La aurora de Nueva York, sin duda la pieza más redonda del disco, en que el texto lorquiano, de inusitada claridad en el conjunto del libro, fluye suavemente al ritmo de tango lento impuesto por Vicente Amigo. Es uno de esos temas imperecederos que a veces surgen en la historia de la música, en que la voz de Morente nos suena como nueva, más libre y emocionante que nunca. 
Puede que Omega sea el mejor disco de una carrera musical, la de Morente, cuajada de obras maestras. Su publicación fue saludada por los críticos como un acontecimiento flamenco de primera magnitud y, en efecto, ha sido uno de los discos más influyentes en la historia de este arte. El flamenco, un arte de origen popular, bizarro, en cierta forma pastoril, dio un gran paso de madurez con Omega ; nunca volverá a ser el mismo después de su inmersión en los filos más hirientes de la gran metrópoli contemporánea. 
Y sin embargo es, acaso, el disco de su autor que peor ha resistido el paso del tiempo. En sólo cinco años buena parte de su contenido muestra los primeros síntomas de envejecimiento. La razón es sin duda el uso, nada oportunista, plenamente justificado como hemos dicho, de algunos elementos técnicos y rítmicos propios de la cultura pop-rock del momento. Puesto que ya sabemos lo vertiginosamente efímeras que son las estéticas dentro del mundo del pop. Más cada vez. Ésta es su esencia, precisamente. 
5. Antecedentes de Enrique Morente en la Casa Museo Federico García Lorca de Fuentevaqueros 
No cabe duda de que Enrique Morente en la Casa Museo ... es uno de los mejores discos de su autor, fruto de un momento creativo excepcional que en pocos años alumbró grandes obras como, además de la mencionada, Morente-Sabicas, Misa flamenca y Negra si tú supieras, cuatro discos centrales en la producción morentiana, los cuatro editados en el plazo de tres años, y cada uno de ellos orientados por una estética distinta, que resumen las diferentes tendencias del cantaor, en sus treinta y tantos años de carrera artística. 
Enrique Morente en la Casa Museo ... se editó en 1990, pero las características de esta primera edición hacen que la mayoría de los aficionados no conozca por completo el contenido de la obra sino en 2001 en que se edita en formato C.D.. Hasta ese momento para el público mayoritario es Lorca, de 1998, el año del centenario, el disco lorquiano por excelencia de Morente (dejando al margen la experiencia, parcial aunque muy intensa, de Omega). 
Ambas obras están estrechamente emparentadas : como hemos dicho buena parte del material del primero, cualquiera que éste sea, será utilizado en el otro disco. Un material que, también se ha apuntado, había sido ya contrastado y manipulado en directo, y que, sin embargo, seguirá evolucionando, tal y como se refleja en sendas grabaciones. Se impone, sin duda, una comparación que nos dará fe de la evolución del artista en tan sólo ocho años, y lo central en su trayectoria de la experiencia de Omega, no sólo para su visión de la obra de Lorca, sino también en relación a su propia actividad artística. Y, llevando un poco más lejos la argumentación, el cambio que se da en el mundo flamenco a lo largo de ese tiempo. 
Así las Canciones de la romería que abren la nueva grabación se nos aparecen ahora arropadas, no por guitarras y bandurrias como en Enrique Morente en la Casa Museo ..., sino con bajos y baterías funk, bailables. El resultado es sin duda menos directo, menos primitivo ... y seguramente, en el caso de este tema, menos hermoso. Pero muy consecuente con la intención del nuevo disco : una visión de la poesía de Lorca desde un flamenco estilizado, adulto, multicultural, que convive con otras músicas de las que utiliza los instrumentos y procedimientos que estima oportuno. Otra vuelta de tuerca sobre la poesía popular de Lorca, más sutil y formal, que ha pasado por el infierno deshumanizado del siglo XX, de Poeta en Nueva York, de Omega, y perdiendo la ingenuidad y la fuerza viril de Enrique Morente en la Casa Museo ..., es más intelectual, más distante y fría, menos barroca y con una emoción más cerebral, más conceptual. El flamenco asume en este disco la mejor tradición del arte del siglo XX : el interés por la idea, por la forma, su carácter abstracto (y en ocasiones abstruso) y autorreferencial. Así lo vemos en la bambera de las Canciones de la romería en que el acompañamiento esquemático de Cañizares convierte el tema en una parodia de la versión primitiva. 
Procedimiento similar encontramos en el Cantar del alma, una canción de repertorio del año 83 (en que se titulaba Aunque es de noche) con letra de San Juan de la Cruz y acompañamiento de una formación coral tradicional búlgara. El lenguaje de las flores sigue la misma línea, con un ropaje muy ligero de bajo eléctrico, percusión y violín bellísimo. Como el resto del disco, ambos temas poseen un aire íntimo, menor, de cámara, un sentimiento muy contemporáneo. 
Tierra y luna es quizá un descarte, por exceso de minutación, de Omega, puesto que se trata de un texto perteneciente a Poeta en Nueva York y el arreglo, con aire de taranta a cargo de Juan Carlos Romero, está en la onda de ese disco. Por lo que se refiere a la tercera versión de La leyenda del tiempo hemos de decir que en Lorca el tema suena más afligido y melancólico que nunca. 
El disco se cierra con un largo collage vocal, en que Morente, acompañado por las Voces Búlgaras y su hija Estrella, que en algunos momentos del disco se erige en coprotagonista vocal del mismo, canta el Kirie de la misa en honor al poeta, con un fondo de campanas de San Nicolás del Albaicín granadino.
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