miércoles, 15 de febrero de 2017

De juerga en el Rocío


De juerga en el Rocío:

DE JUERGA EN EL ROCIO 
(Junio 2001) 
Fernando González-Caballos 
Un año más la romería del Rocío volvió a congregar a miles de personas en la aldea onubense para vivir unos días inolvidables. Son muchas las controversias que la peregrinación marismeña ha levantado a lo largo de su historia. Unas por motivos religiosos y otras puramente folklóricos, aunque la verdad sea dicha y parafraseando al gran torero Bombita; "Hay gente pa to". De cualquier forma nadie niega ya el vínculo que con el paso de los años se ha creado entre religión y flamenco, en la mayor peregrinación cristiana del mundo. 
Foto: Fernando González-Caballos 
Desde que las hermandades lanzan el primer cohete y hasta su regreso, sevillanas, tangos, rumbas y bulerías acompañan a los peregrinos por los caminos haciéndoselos más llevaderos. 
Aunque cuando uno llega por primera vez a la aldea almonteña, lo primero que se le viene a la cabeza es la imagen de uno de esos pueblos del Far West que tantas veces hemos podido ver en películas. La cantidad de carretas, caballos y arena que se concentran en cada metro cuadrado nos permiten poder establecer un cierto paralelismo con aquel ambiente. 
Era la primera vez que se nos invitaba a una fiesta flamenca en el Rocío y no podíamos faltar a tan importante cita, ya que se anunciaba la presencia de Luis el Zambo, José de la Tomasa, Nano de Jerez, Manuel Mairena, Eduardo Rebollá y Paco del Gastor. Sin embargo, el cartel cambió su composición al no comparecer Nano y ser sustituido en el último momento por Marsellés, un cantaor de Antequera que nos sorprendió gratamente. 
Desde el periodista Carlos Herrera, hasta José Rodríguez de la Borbolla o Los del Río se habían acercado hasta una de las casas más famosas de la aldea para asistir a todo un acontecimiento flamenco. 
Tras la cena los artistas se marcharon a un salón colindante para buscar un poco de silencio. Se hizo pues el cante y comenzó el disfrute. Y la verdad sea dicha, ver a un artista sobre un escenario, por muy bien que cante, no tiene nada que ver con esto. 
En el flamenco, como en otras muchas manifestaciones artísticas, podemos distinguir claramente entre "valor de uso" y "valor de cambio". "Valor de uso" sería aquello que está relacionado con la vertiente en la cual dicha manifestación artística se utiliza exclusivamente para la celebración y disfrute de sus oficiantes, mientras el "valor de cambio" se da cuando el arte es comprado como fuerza de trabajo para ser mostrado ante un público. 
Pues bien, hemos de confesar que una vez comenzada la fiesta en el Rocío, la línea que separa el valor de uso del de cambio se diluyó de tal manera que no sabríamos decir si los artistas cantaban por estar contratados o simplemente por gusto. 
Las horas se iban al compás de la bulería por soleá, con Luis el Zambo y José de la Tomasa manteniendo un auténtico duelo de titanes, mientras Manuel Mairena se escondía una y otra vez. 
La soleá hizo acto de presencia, en la voz del hijo de Pies de Plomo y La Tomasa, para acercarnos hasta Utrera, Alcalá y vuelta a Triana. "¡Venga Luis, vamonós que nos vamos! ¿O te vas a quedá to la noche en Jerez?" 
"¿Y si nos vamos al patio?" le contestaba El Zambo más colorao que un tomate. No era para menos, la temperatura estaba en lo más alto y en la casa ya solo quedan los cabales, así que alrededor de una gran mesa se fueron sentando todos los presentes para oír cantar al de Jerez por soleá, como no lo había hecho en toda la noche. 
Marsellés le dió la réplica por bulerías con una pataíta que hizo que El Zambo se arrancase de nuevo con "La pena que yo tenía". Salió a bailar una chiquilla de cuatro años que, ¡vaya si bailó bien! Pero una vez más, cuando más silencio y más gusto había en el patio apareció Manuel Mairena impertinente y fuera de compás a interrumpir a Paco del Gastor cuando este deleitaba a los presentes con un solo por seguiriyas de Morón de la Frontera. 
La noche tocaba a su fin, con el olor a aceite de oliva de los churros y los primeros rayos de sol, mientras El Zambo más a gusto que nunca, seguía cantándole a su primo Paco "¡Ole los tocaores con sello propio!", poco antes de ir a ver a la Blanca Paloma para pedirle. "¡Virgencita mía de Rocío, dame un zambito por Dios! Que yo ya he cumplío contigo dándote cuatro hembras". 
Fernando González-Caballos

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